- Dar seguridad siendo congruentes entre lo que hacemos y lo que decimos (los niños lo imitan todo).
- No ceder ante las pataletas: el miedo del adulto al llanto hace que caigamos en sus demandas. La falta de tiempo y paciencia nos lo dificultan.
- Usar un lenguaje adecuado evitando palabras trágicas: “terrible”, “caótico”, “desastre” generan una carga emocional negativa. Intentar usar términos más neutros y sin contenido emocional intenso. Evitar frases ambiguas y generales cuando pongamos una norma como “portarse bien”.
- Dar autonomía y responsabilidades: dejarle explorar, no hacerle todo. No temer a las experiencias nuevas por anticipación de fracaso.
- Enseñarles a tomar decisiones asertivas: revisar las posibles consecuencias a sus decisiones y ver con cuál de ellas se compromete.
- Reconocer las emociones en la frustración y enseñarle a expresarlas: es importante darse cuenta de cómo se siente y piensa cuando las cosas no son como quiere. Expresarlas ayuda al niño a evitar agresividad o resentimiento.
- Enseñarles a pedir ayuda: en ocasiones hay una reacción automática de los niños de gritar o tirar objetos cuando no han conseguido algo. No consideran la opción de pedir ayuda a un adulto. Es necesario que sepan que los adultos están ahí para ayudarles a pensar en una solución constructiva, no para solucionarlo por ellos. La rabia es un sentimiento normal al que hay que dar salida a través de la forma adecuada.
- Reforzar sus éxitos. “Ley del 4×1”: Por cada castigo, 4 recompensas, así se equilibran de nuevo.
↧
Cómo manejar la frustración en tus hijos
↧